El Dragón

"El Recio", a former leader of the Mara Salvatrucha or M -13 gang, poses during a photo session at Comayagua jail in Honduras

Jake y yo comenzamos a enseñarnos nuestros tatuajes, él me enseñó un diablo en su espalda.

–          Es Lucifer – me dijo

–          ¿Y qué significa para ti?

Me miró y contestó;

–          Lucifer fue un ángel caído

Me lo estaba diciendo muy claro; “Julio, yo también soy un ángel caído”. Es decir, de niño fue un ángel (un niño inocente), pero algo pasó en la infancia y todo se torció. Me acordé de lo que siempre nos decía Enrique Martínez Reguera; “los niños vienen con la mejor disposición a este mundo”. O cuando en aquel documental Myke Tyson rompió a llorar y llorar y dijo; “la gente no entiende a las personas como yo, no se dan cuenta que nos comportamos así porque tenemos miedo de que vuelvan a abusar de nosotros”.

Me enseñó otro a la altura del cuello que ponía; “Solo Dios puede juzgarme”. Y otro en el brazo entero, donde una mujer preciosa estaba rodeada por brazos musculosos de un guerrero con una espada en la mano, (una metafora de la protección hacia su novia).

Yo le enseñé mi dragón y él me preguntó lo mismo;

–          ¿Y que significa para ti?

–          ¿Quieres que te cuente la historia?

–          Claro

Y como Jake es miembro de una pandilla muy violenta, y odia con toda su alma a la pandilla contraria, le conté el significado de mi dragón;

“Érase una vez un hombre llamado Lee. Él sabía que todos sus males los había provocado un dragón, sabía que sólo podría ser libre y vivir en paz cuando matase a aquel dragón. Así que comenzó a buscarlo, casa por casa, pueblo por pueblo, reino por reino… recorrió miles de kilómetros en su búsqueda, pero nunca lo encontraba, y al no encontrarlo Lee se enfurecía más ¡ese maldito dragón se está riendo de mi! Dedicaría su vida a buscar al dragón si hacía falta.

            Afiló su espada soñando que algún día se la clavaría ¡igual que hacía el capitán Ahab con su arpón para clavárselo a Moby Dick! Pero Lee nunca encontraba al dragón -¡soy un guerrero! ¡Lucharé y le buscaré hasta la muerte! ¡Jamás me rendiré!– se decía Lee.” 

Y como se que Jake tiene una novia majísima añadí;

“La novia de Lee le suplicaba; – por favor deja de buscar a ese maldito dragón, y quédate conmigo – Igual que aquel marinero decía al capitán Ahab; – dejemos de buscar a Moby Dick, demos media vuelta y volvamos a casa con nuestras familias-. Pero no hubo manera, el odio hacia aquel dragón le cegaba, y no escuchó a su novia, al igual que el capitán Ahab no escuchaba a nadie más que a su propio odio.

            Y así pasaron los años. Pasó el tiempo. Lee vio como se le iba la vida buscando y buscando. No hizo nada más en su vida que buscar al dragón. Y se hizo mayor. Comenzó a enfermarse, se dio cuenta que le estaba llegando su hora. Ya postrado en la cama, agonizando ante la muerte, unos minutos antes de morir ¡¡en ese momento donde siempre aparece la lucidez!! Se dio cuenta, que el dragón que buscaba era el que estaba dentro de él.” 

Le miré a los ojos, y por si quedaba alguna duda le dije;

–          El odio

Contra Peor Mejor

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El otro día vi un debate en Intereconomía sobre ley penal del menor. Traían de  invitada a Mª del Mar Berúdez, madre de Sandra Palo, que lleva 10 años luchando para que la edad penal del menor baje de 14 a 12 años. Una psicóloga en este debate afirmaba que debíamos de dejar de ser ingenuos ¡la maldad existe! Y no solo eso, además se puede averiguar si el niño es malo o es bueno a partir de los 3 años.

En otra ocasión, también vi en un documental de Discovery Channel afirmar que existe el gen del mal, y que este gen ya viene desarrollado en nuestro código genético desde que somos un cigoto. Es decir, podemos saber si somos buenos o malos (y por lo tanto aplicar la ley penal del menor) desde que somos cigotos, ¡y antes! Pues los espermatozoides y óvulos ya tienen un código genético donde puede estar este gen del mal que nos convierte en psicópatas.

            Cuando Documentos TV en su reportaje “Menores y Guardianes” entrevistó a Javier San Sebastián, jefe de psiquiatría infantil del hospital Ramón y Cajal, y presidente de la Fundación O´Belén, implicada en varias muertes de menores en sus centros y en violaciones de los derechos humanos como uso de celdas de aislamientos (prohibida por la convención de derechos del niño), medicación forzosa, maltratos físicos, etc. Habló usando un tono muy despectivo para referirse a Amnistía Internacional y al Defensor del Pueblo;

– Esas teorías rousseaunianas – Dijo

Es decir, de Rousseau, de aquello de; “el hombre es bueno por naturaleza”.

De todas estas teorías, o tendencias de la psicología “del mal”, ha nacido un nuevo trastorno (presente en el DSM IV) que diagnostican a los chicos, y que muchos de mis chavales se les ha diagnosticado; “el trastorno negativista desafiante”. Me hace mucha gracia porque mientras Rafael trata de desdramatizar los trastornos con nombres como “terribilitis”, “necesititis”, “sabionditis”… otros psicólogos se esfuerzan justo por lo contrario.

Hace unos días fui a recoger en coche a un chaval que salía de permiso del centro de menores donde cumple condena (a 60 kilómetros de Madrid, cada vez los construyen más lejos), y cuando íbamos hacia nuestro barrio me dijo triste;

–          La psicóloga me ha hecho un test y me ha dicho que soy antisocial

–          ¡Y más que lo vas a ser a 60 kms de Madrid y en medio del desierto! Jaja

Bromee para que no se creyese aquello, razonamos juntos para que se diese cuenta que él no era antisocial, sino todo lo contrario, sus amigos, sus abuelos, sus vecinos y yo le queremos y le apreciamos y siempre se ha sociabilizado bien con todo el mundo.

Creo que todas esta teorías psicológicas (trastorno negativista desafiante, antisocial, psicópata, el gen del mal, el niño es malo ya con 3 años, bajar la edad penal a los 12, y luego a los 10, y después a los 8, y ya puestos la podemos baja a los tres pues es malo a partir de esta edad…) Describen a un ser humano que no tiene remedio, ni cura y que no sabe y nunca sabrá vivir en sociedad, por lo que hay que aplicar medidas paliativas con el único fin de proteger a las victimas, teniendo que respetar los derechos humanos del agresor como algo incómodo e ingenuo pues no son más que teorías rousseaunianas, poco realistas e ingenuas.

Y así se acaban aplicando lo que describía nuestro querido Javier Baeza (el cura de Entrevías) cuando dijo;

–          A nuestros chavales y a nuestros barrios les están aplicando la política de “Contra Peor Mejor”

Es decir, contra peor les vaya (cárceles, centros de menores, endurecimiento del código penal, ley de extranjería, más años de condena, penales más lejos de la ciudad, menos permisos de visitas, más aislamiento, más régimen FIES…) mejor ira todo.

En fin… ¿Quién es el ingenuo?

Abrazos

Julio

La reinserción

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(Basado en las anécdotas de Enrique Martínez Reguera)

Había una vez un grupo de jóvenes voluntarios que querían ayudar a los presos haciendo talleres socioeducativos en las cárceles. ¿Cómo les podemos ayudar? ¿Qué taller funcionaría? Se preguntaban, y decidieron que el yoga sería lo mejor, mejorarían la concentración, la paz mental, sus chacras ser recolocarían… y eso les permitiría reinsertarse en la sociedad.

            El proyecto fracasó, los presos no tenían interés y los voluntarios se vieron frustrados, empezaron a pensar que los presos eran algo vagos y desagradecidos.

            Otro grupo de voluntarios distinto pensó que un taller de guitarra sería lo mejor, a través de la música sacarían su talento, abrirían la mente y se reinsertarían en la sociedad.

            El proyecto fracasó, los presos no tenían mucho interés por la guitarra, y los voluntarios se vieron frustrados, aquellos voluntarios que tanto se entregaban a los demás y no eran correspondidos.

            Otro grupo pensó en la pintura, ¡sí! A través de la pintura expresarían sus rabias, sus conflictos… aprenderían a concentrarse, a relajarse… y se reinsertarían por fin en la sociedad.

            El proyecto fracasó, y los voluntarios se frustraron ¡estos presos no quieren hacer nada! ¡Ni si quiera nos dan las gracias por nuestro esfuerzo!

          Y llegó otro grupo, y esta vez una persona dijo; “¿Y por qué nos les preguntamos en qué podemos ayudarles?” Y así lo hicieron;

 –          Bueno… hemos venido aquí y no sabemos muy bien que hacer, ¿hay algo que podamos hacer por ustedes?

Los presos se miraron unos a otros, no estaban acostumbrados a una pregunta así. Tímidamente un hombre levantó la mano;

–          Mi mujer no sabe leer, y le están llegando las cartas de los juzgados sobre mi juicio, si ustedes pudiesen ayudarla para saber que cartas darle al abogado…

Otro se animó y levanto la mano.

–          Mis zapatillas están rotas, ando medio descalzo, y cuando mi hermana me trae zapatillas nuevas siempre tiene problemas con los funcionarios, si me las pudieseis pasar vosotros.

Y otro;

–          Mi madre está muy mayor y medio inválida, tiene que coger tres autobuses y la renfe para llegar hasta aquí, la cárcel está muy lejos de la ciudad, llevo tres años sin verla, si tuvieseis coche y algún día pudieses traerla yo la podría ver.

El proyecto no fracasó (aunque fue el grupo que más problemas tuvo con la dirección de centros penitenciarios), los voluntarios conocieron a las familias, los barrios, las cárceles, los problemas reales… hicieron infinidad de amigos, descubrieron una nueva realidad que desconocían… y así por fin los voluntarios entendieron que si pretendían “reinsertar” a los presos en su sociedad, ellos (los voluntarios) debían también hacer un esfuerzo y “reinsertarse” en la sociedad de los presos.

La muerte

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Al despedirme de la Chana le dije:

– No se si podré venir el año que viene, sino… hasta dentro de dos años
– Uff… eso es mucho tiempo, no se si seguiré viva.

La Chana no estaba bromeando, lo decía en serio. Aqui en el Salvador la muerte está presente a cada momento. La guerra entre las maras, la delincuencia, las armas, el dengue que transmite el mosquito, la falta de medicinas, terremotos, ¡hasta la serpiente coral anda por aquí!… donde vivimos es un cerro de alto riesgo, en momentos de tormenta todas esas chabolas construidas en el filo de los barrancos pueden venirse abajo, la vida aquí es constante riesgo.

La mujer que me acoje en su casa perdió a un hijo, y la primera vez que fui con ella al cementerio a dejarle flores me impactó los colores vivos de las cruces y las tumbas; amarillo, celeste, rosa, rojos, verdes… era un cementerio alegre, no era nada deprimente como los de España. Y paseando entre las tumbas miré las fechas, comencé a darme cuenta que andaba entre tumbas de adolescentes, de 12 a unos 20 años, muertes que va dejando esta guerra interminable entre maras, también había muchas tumbas de niños con pegatinas de Winnie de Poo, campanilla…

San Salvador está lleno de funerarias, una vez me quedé mirando una y me sorprendí de ver unos ataudes de madera muy muy pequeños, eran para bebés, ya se sabe… la mortalidad infantil.

Aquí se dice mucho eso de “sabemos cuando salimos de casa pero no si regresaremos”.
Y cuando quieres comer pollo tienes que cortar el cuello a la gallina. Es decir, que la muerte EXISTE, se tiene la conciencia de que la muerte puede llegar en cualquier momento, en cualquier lugar y a cualquier edad.

Sin embargo en los países ricos y neuróticos no se reconoce a la muerte, y esto es un problema, porque cuando llega nos pilla a todos de sorpresa y se convierte en el mayor de los dramas, como una tragedia griega, y como niños caprichosos nos cabreamos con Dios, con la vida, con el destino… es lo que Siddharta llamaba los “hombres-niño”. Mientras aquí en El Salvador, las gentes humildes dan las gracias por cada plato de comida, por cada nuevo día, por cada segundo de existencia.

Cuando salgo para El Salvador me despido de toda la gente que aprecio y quiero, pido perdón donde debo pedirlo, doy las gracias donde debo darlas… y parto.

Tener la muerte cerca te permite varias cosas; apreciar la vida, desdramatizarla, y sobre todo, como no puedes vivir mucho en el futuro… ¡comienzas a vivir en el presente! y hay que apreciar el presente porque en él viviremos el resto de nuestra vida, y el futuro… en realidad no existe, yo nunca he vivido en el futuro.

Si lo piensas bien, cuando se muere alguien cercano, en realidad no lo perdistes, simplemente se te adelantó, porque todos vamos con el tiempo recorriendo el mismo camino; de la vida a la muerte o de la muerte a la vida (según se mire). Y en realidad si lo piensas en esta vida no puedes perder nada, porque todo te fue dado, no hicistes ni un solo pélo de tu cabeza.

Mamá, por favor, el día que yo me muera, si me adelanto a tí, no hagas un drama, sino una fiesta, celebra que fui una persona tremendamente feliz, porque en realidad mamá solo me trajistes a este mundo para ser feliz y cumplí tu deseo. Fui valiente, me arriesgé, no tuve miedo a vivir, me dediqué a hacer lo que amaba… me diste una vida y supe qué hacer con ella, por ello mamá haz una fiesta. Y cuando llegue ese día, no podré decir nada más que GRACIAS; a la vida, a Dios, a la naturaleza, a cada plato de comida, a cada ser humano con el que me crucé… y a mi madre que tantas veces en mi infancia me cantó esta canción:

Madres

madres

Hablando sobre la teoría de la “terribilitis” con unas amigas, una de ellas me dijo;

  • Bueno Julio, pero tendrás que reconocer que sí hay algo terrible, algo casi insuperable… y es perder a un hijo.

Y aquí empieza la historia que os voy a contar: en los años 80 comenzó a introducirse en los barrios un polvo blanco que se disolvía en agua sobre una cuchara sopera, se quemaba por abajo con un mechero, se introducía en una jeringuilla y al inyectártelo por la vena te daba el viaje más alucinante de tu vida, y a los cinco de esos viajes… comenzaba el infierno. Yo por aquella época era un niño, pero recuerdo el parque lleno de jeringuillas, el palomar donde se metían los chavales mayores a pincharse, el vecino del 2º, el hijo de la Charito, el vecino de mi abuela, los amigos de mi tío que tenía en aquella época 20 años… Enrique Martínez Reguera (psicólogo, escritor… que lleva más de 50 años con chavales) recuerda aquella época como una de las peores, en un mes de enero de esos años 80 llegó a ir ¡5 veces al cementerio! a enterrar chavales.

La heroína arrasó  con toda una generación, pero sobre todo arrasó en los barrios más pobres. Los muchachos en un estado de mono insoportable, enajenados por la droga, comenzaron a delinquir para consumir heroína, y así los años 80 marcaron un antes y un después en la concepción de la pobreza, antes vista como sinónimo de humildad, ahora sería sinónimo de delincuencia, lo que se llamó “la criminalización de la pobreza”.

Pero siguiendo con nuestra historia… ¿Qué pasó con las madres de aquellos chicos/as? Aquellas madres que no sabían ni lo que era la droga, ni el SIDA, que muchas no sabían ni leer ni escribir, comenzaron a verse completamente desbordadas, de comisaría en comisaría, de cárcel en cárcel, de tanatorio en tanatorio… Seguramente pidieron ayuda ¿Pero qué institución iba a ayudar a unas pobres madres medio ignorantes, medio analfabetas, venidas de los barrios más pobres? Las instituciones solo daban una respuesta al problema; cárcel, cárcel y más cárcel (y el antiguo código penal permitía la entrada en prisión a chavales de ¡16 años!). Hoy se recuerdan a las victimas del terrorismo, a las del franquismo… ¿Pero quién se acuerda de las victimas de la heroína? No hay estadísticas ni datos oficiales de sus muertes…

Aquellas madres, destinadas a ser amas de casa bajo las custodias de sus maridos, destinadas a ser desdichadas de por vida por las muertes de sus hijos e hijas… decidieron no seguir siendo esclavas de su pasado, sino ingenieras de su futuro, como dijo textualmente una de ellas; -decidimos que no podíamos seguir llorando y que había que buscar soluciones- Y se conocieron entre ellas, y se reunieron, y se apoyaron, y se animaron, y se organizaron, y enterraron a sus muertos, y se asesoraron legalmente, y empezaron a dejar notas a sus maridos como; -estoy en una manifestación, la cena está en el frigo, caliéntatela-, crearon la “Asociación Madres Unidas contra la Droga” y con megáfono en mano se fueron a las cárceles a denunciar la tortura, a las comisarías, a los juzgados, al congreso, delante de los antidisturbios, muchas se llevaron porrazos en las cargas policiales, otras acabaron detenidas…

Así  lo recuerda Xosé Tarrio en su libro “Huye hombre huye” que mientras llevaba más de 24 horas desnudo, esposado a la cama, con los brazos dormidos y muerto de frío comenzó a escuchar por la ventana de su celda un megáfono que decía:

– ¡¡Dejen de torturar a los críos!! – ¡eran las madres! que venían desde Madrid a la cárcel de Zamora… y en unas horas la dirección de centros penitenciarios dio la orden de desatar a los chavales de sus camas y de devolverles la ropa (antes de que llegase la prensa)

Los Poderes ante esta presión comenzaron a dar otras soluciones como la metadona, las granjas de desintoxicación… y en todo este proceso aquellas madres comenzaron a aprender a leer, a escribir, a leer el periódico, a informarse… y se dieron cuenta que las cárceles estaban llenas de pobres, y que sus hijos no eran victimas solo de la droga, sino de un sistema injusto y desigual, y comenzaron a entender de política, de economía ¡descubrieron lo que era el FMI, el Banco Mundial, la globalización! ¡Y partieron en autobuses hasta Bruselas! Ellas… que no habían salido del barrio, que creían que Maastrich era una crema de manos… habían llegado hasta Bruselas.

Pero la maravilla de esta historia no es esto. La maravilla de esta historia es que en esos autobuses ¡iban mujeres alegres! ¡Y cantaban, y recitaban sus poesías, y conocían nuevas amigas, y reían, y bromeaban!…

Abrazos

Julio

Judicializar la pedagogía

juicio menores

“La pedagogía es íntima, del interior del educador al interior del educando. El derecho penal es ajeno, externo e impositivo ¡tan ajeno y tan impositivo que la ley te obliga aunque no la conozcas! lo que en pedagogía sería demencial”

Estas palabras de Enrique Martínez Reguera me encantaron, porque cuando estudié “educación social” me dio la sensación de estar estudiando cosas muy raras, una especie de pedagogía judicializada.

Fíjense sino en la palabra “menor”, es un término completamente jurídico, la abogada de nuestros chavales en la asociación le da muchísima importancia a si el chaval es mayor o menor, porque se le aplicará una ley u otra según su edad. Es lógico que el fiscal o el juez hablen de menores, ¿pero y el psicólogo o el educador? ¿A mí que más me da que tenga 17 o 18? Puedo entender que haya un centro de niños, de adolescentes, o de adultos ¿pero de menores?

Fíjense también en los institutos de secundaria, cada vez más el primer día de clase se les entrega una hoja a los muchachos que pone; “Reglamento de Régimen Interno”, donde se declaran muy claramente las normas y sus consecuencias; faltas leves, graves y muy graves, dependiendo de la falta se pondrá un negativo, acumulación de tres negativos expulsión de tres días, falta muy grave expulsión de un mes… ¿No es acaso la aplicación del código penal en la pedagogía? No son flexibles, son muy contundentes; -si surgen dificultades se te aplicarán esas normas y punto-, el derecho penal debe ser rígido y contundente, pero la pedagogía y la psicología ¿También deben de serlo?

Fíjense también en los informes que emiten los educadores sociales pertenecientes a instituciones muy rígidas (centros de menores, servicios sociales…) parecen más peritos judiciales que informes pedagógicos.

Es lógico también que se le exija al juez que no tenga ningún tipo de vínculo personal con el acusado, porque de lo contrario no sería imparcial, y podría cometer prevaricación, pero en pedagogía, definiendo la pedagogía como “complicidad, intima, del interior del educador al interior del educando” ¿Es lógico el distanciamiento personal? ¿Por qué insisten tanto en las universidades en la teoría del “distanciamiento psicológico óptimo”?

En las cárceles existe el 1er, 2º y 3er grado, que regula la libertad y el derecho a visitas del preso, y ahora en los centros de menores (no solo en los de reforma ¡también en los terapéuticos!) tienen lo mismo pero les llaman “fases”; 1era, 2ª y 3era fase que regulan lo mismo; la libertad y el derecho a visitas ¿el modelo penitenciario siendo imitado por el educativo?

Es lógico también que entre abogados y fiscales se pasen los casos de unos a otros, porque para ellos no son chavales sino “casos” ¿Pero entre pedagogos y psicólogos? ¿También para nosotros son “casos” y no chavales?

Me da a mí que los adultos nos estamos volviendo un poco locuelos, porque veo en los institutos de secundaria a los policías haciendo de educadores (el policía tutor), al profesor haciendo de policía (aplicando contundentemente el Reglamento de Régimen Interno), al juez haciendo de pedagogo (condena a los chavales con medidas educativas que él elige),  y al psicólogo haciendo de juez (emitiendo informes psicológicos que traerán consecuencias legales y  judiciales).

Y creo yo que no deberíamos judicializar la pedagogía, sino todo lo contrario, hacer pedagógica (y humana) la Justicia.

Abrazos

Julio

Papa Noel

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Todos los años voy a El Salvador (Centroamérica), vivo durante un mes en un barrio de la capital, zona MS (Mara Salvatruchas). En la champa (chabola) donde nos encontramos está arriba del cerro, muy alto, por encima del nivel de la ciudad, por lo que no llega el agua, así que tenemos que bajar al río, llenar los cubos, ponerlos en la cabeza y subir cuesta arriba. Cuando me puse uno de esos recipientes redondos en la cabeza ¡casi me disloco el cuello! Jaja no podía dar ni dos pasos seguidos cuesta arriba ¡yo que boxeo, voy al gimnasio…! ¡Que vergüenza! Jaja. Sin embargo las niñas de allí lo subían como el que sube un cojín en la cabeza, y se reían de mí. En fin, quiero decir con esto que las condiciones de vida son muy duras, y algo tan básico para la vida como es el agua, escasea.

En nuestra champa hay dos niños de unos 5 años, yo me quedaba observándoles jugar ¡que maravilla! Como se subían a los árboles, como usaban la imaginación y hacían de cualquier objeto un juguete ¡cómo se lo pasaban corriendo de arriba abajo! Pero entre todos esos juegos había uno que era su favorito, y era saltar y saltar en la cama, darse con las almohadas, tirarse uno encima de otro…en una champa no hay habitaciones, todos los miembros de la familia duermen en camas contiguas, y todas las camas juntas hacen una cama inmensa, donde los niños se lo pasaban pipa saltando y saltando.

Aquel año pasé las fiestas de Navidad allí, y el 24 de diciembre, llegó al barrio una ONG occidental y anunciaron que iban a repartir juguetes a los niños. El día del reparto nos fuimos la madre, los niños y yo a hacer cola para recibir juguetes. A cada niño le daban un juguete, a nuestros dos niños le dieron un cochecito a cada uno. Cuando llegamos a la champa, se pusieron a jugar con los cochecitos, a los cinco minutos se aburrieron y los dejaron allí tirados, y se pusieron a saltar en el colchón. No volvieron a jugar con esos juguetes, porque simplemente no los necesitaban, porque sus juegos eran infinitamente más divertidos, porque no viven en un apartamento de 50 metros cuadrados, sino en un lugar con las puertas abiertas, árboles, selva, ríos, otros niños…

Me dio mucha lástima de la ONG y de los occidentales. Porque sin duda habían hecho mucho esfuerzo en llevar esos juguetes ¡estamos en zona salvatrucha! Y aquí no entra cualquiera. Y habían subido al cerro, y habían cargado no se cuantas camionetas llenas de juguetes, y no se cuantas campañas para recaudar dinero…  y seguro que aquellos voluntarios occidentales sufrían porque piensan que los niños pobres sin juguetes en navidad sufren ¡Esos niños que ni saben ni les importa quién es Papá Noel!

Cuando veo esas campañas navideñas de Antena 3, Telecinco, esas ONGs recogiendo juguetes… mostrando anuncios publicitarios con niños infelices porque no tienen juguetes… me entra la risa, porque simplemente no es cierto. Eso es una necesidad de los occidentales. ¿Os imagináis a un niño indígena recibiendo como regalo la Barbie rubia y el coche descapotable de Kent? Es una situación ridícula.

Pensar que un niño necesita juguetes para ser feliz es una creencia irracional (como diría Rafael jaja). Lo que necesitan es saltar, gritar, correr, revolcarse, explorar… y eso si que cada vez está más prohibido en nuestras sociedades occidentales, con nuestras leyes de “responsabilidad civil” (y nuestros seguros de vida), la obsesión de evitar todo tipo de riesgos, el miedo (también irracional) de los adultos a que los niños se rompan, se ahoguen, los rapten, los droguen, los violen… la “terribitis” (como diría también Rafael jaja).

Los niños y niñas en realidad solo necesitan dos regalos de los adultos para ser felices (y son gratis); raíces y alas.

Confundir “depresión” y “pobreza”

barrio deprimido

Un periodista del diario “Marca” bajó a nuestro barrio a hacernos una entrevista, sobre el boxeo y los chavales “en situación de riesgo”. Cuando el artículo se publicó lo leyeron los muchachos en la asociación, y una chica me preguntó;

–         ¿Por qué dice aquí que nuestro barrio es un “barrio deprimido”? Julio, nuestro barrio no es deprimido, es muy alegre

Me quedé pensando cuanta razón tenía aquella chavalilla, (a veces los críos tienen una lucidez impresionante) porque nuestro barrio tiene mucha alegría, tenemos la cabalgata de reyes más famosa de Madrid, la crean los niños y niñas del barrio con ayuda de los vecinos, creo que somos el distrito con mayor número de asociaciones por metro cuadrado, tenemos actividades gratis para los chavales (con fines educativos y no competitivos); fútbol, baloncesto, breackdance, rap, graffitis, boxeo, baile, campamentos de verano, ¡una radio comunitaria!… y también hay actividades para mayores y ancianos, todos los viernes hay cine de verano para los más peques al aire libre, hay como cuatro fiestas vecinales todos los años, la gente se conoce, se habla, pone las sillas de plástico en la acera y se reúnen, tertulias, juegan a las cartas, al dominó … lógico que la niña no entendiese nada de lo que aquel periodista decía ¿barrio deprimido? Como si “ser pobre” fuese sinónimo de “estar deprimido”.

Las veces que he paseado por el barrio de Salamanca en Madrid, me ha parecido un barrio más “deprimido” que el mío, percibo más “depresión”, ansiedad, estrés y tristeza en la gente. Sí, hay mucho dinero, glamour, coches de lujo, ropa cara… pero no se pueden dar el lujo de sacar las sillas de plástico y ponerse de tertulia comiendo pipas en mitad de la calle serrano, no hay fiestas, ni cines de verano, ni ruidos de bicis, ni críos corriendo, ni el griterío alegre de la muchachada, ni el flamenco de los gitanos…

Muchas chavalas del barrio van a limpiar a las casas de la gente rica y pudiente, o a cuidar sus niños, o a pasear a sus perros… y siempre me dicen lo mismo; -joe Julio que pena me dan esas familias tan tristes, no bailan, ni cantan, ni ríen, siempre están enfadados… ¿para qué les sirve tener tanto dinero?- (sé que no es siempre así, pero fijaos como lo perciben las chicas de mi barrio)

Ayer me quedé mirando una chabola, y allí estaban los gitanos al aire libre, como el que tiene un chalete de 1000 m2 pero sin verjas ni vallas ni alarmas ni horario ni calendario, con olor a chuletillas y barbacoa, cantando flamenco, tocando las palmas y los niños correteando, descalzos sí, pero libres y felices… ¡¡ Que gusto es estar a veces fuera de lo que llaman “civilización”!!

Y como esta página habla de la felicidad, nada más que decir lo que le dijo el excluido a incluido: “pobrecito patrón, que aun cree que el pobre soy yo”

Abrazos

Julio