La madre de Misael comenzó a escribirme wassaps a muy altas horas de la noche, tremendamente preocupada porque su hijo se había escapado de casa. La llamé y le pregunté por qué estaba tan preocupada. Llorando y desesperada me dijo;
– ¡No puedo con este niño! hace lo que quiere, viene a la hora que le da la gana, llega a casa fumado, ¡son los amigos! ya no puedo más ¡no puedo más!
La madre tiene miedo, muchísimo miedo (siempre el miedo), se echa toda la responsabilidad sobre sus espaldas, se siente culpable, lo vive como un fracaso, siente que se ha dejado toda su vida trabajando como un animal de carga para sus hijos, o simplemente para subsistir. Al borde del deshaucio, jornadas de 12 horas sin contrato limpiando suelos, los fines de semana a la cárcel… son madres coraje, sí, pero se echan sobre sus espaldas demasiadas responsabilidades.
Normalmente se crea este círculo entre madre e hijo:
La madre no acepta que el niño ya no es niño, la madre solo sabe ser madre (Si no soy madre ¿Qué soy en esta vida? sin mis hijos la vida ya no tiene sentido), tiene muchísimo miedo (piensa; «mi hermano acabó en las drogas, mi otro hijo en la cárcel… si no lucho por este le pasará lo mismo», o «me quedé embarazada a los 16, no quiero que mi hija le suceda lo mismo») y comienza a aplicar la política neurótica del control absoluto; a las 10 en casa, presión constante para que estudie, recordarle todo 5000 veces, registro de su cuarto, control de las llamadas ¿A quién llama? ¿Con quién sale?… ¡¡Si no lo hago mi hijo acabará en la cárcel y en las drogas como ya me pasó con más de mi familia!!
Logicamente el chaval se agobia, paradójicamente empieza a fumar más porros para desconectar de la presión de su madre, no quiere estar en casa por lo que pasa más tiempo en la calle con los colegas, se siente anulado, no tiene iniciativa porque antes de hacer algo ya ha intervenido la madre. Así que se rebela, se enfrenta… y se acaba escapando de casa, aunque volverá pronto, pues la dependencia madre-hijo es tan arraigada como aquella canción de Los Chichos «Mami» (no me dejes soloooo…).
Para mi es muy importante enseñar a las madres a cambiar la política de control absoluto, por la del apoyo. La política de «bronca sin consecuencia» por la de «consecuencia sin bronca». Cambiar la relación de adulto-niño, por la de adulto-adulto. Cambiar el concepto de «hijo-bebé» por el de «hijo-compañero de piso», de dependiente a independiente. Es un alivio para los dos, la madre al quitarse la mochila de la responsabilidad se siente muchísimo más tranquila, disminuye su ansiedad, sus preocupaciones ¡se descubre a si mísma fuera del rol de madre! y deja más libertad a su hijo, así este también se beneficia, empieza a ver que su vida le pertenece a él, y es responsabilidad suya y no de su madre, comienza a ver que se le trata como a un adulto, y paradójicamente, y de la forma más natural… comienza a comportarse como tal.
¿Habéis escucha alguna vez atentamente la canción de la serie «Aida»? Pues aquí os la dejo para reflexionar: http://www.youtube.com/watch?v=4-LhQV8P1PU