Estaba muy contento, porque en aquellas jornadas “anticarcelarias” la gente entendería a la chavalada de mi barrio que está presa.
Gente sensible que entenderían el sufrimiento psicológico y el deterioro constante que provoca las prisiones y el aislamiento, no solo en los presos, si no también en sus familias y allegados.
Todos estaban de acuerdo; “¡La cárcel hay que derribarla porque es producto del sistema Capitalista y del Estado!”
Una chica levantó la mano, dijo que le habían violado, y que sintiéndolo mucho, a sus violadores les deseaba la muerte. Y encendió la mecha;
– ¡¡Claro que si!! Y más ¡¡yo les cortaría la cabeza!!
– ¡¡Yo les lapidaría!!
– Claro que si, la justicia la debe ejercer el Pueblo ¡no las instituciones del Estado! Y haríamos un juicio popular y decidiríamos entre todas y todos qué hacer con el violador, y si sale muerte ¡¡¡muerte!!!
Y las jornadas “anticarcelarias” se transformaron en jornadas “Pro – pena de muerte”
Y yo pensé; “si tengo que elegir para mi chaval entre cárcel o lapidación, elijo cárcel”
Y me pasó lo mismo con guerrilleros salvadoreños que habían luchado por la revolución; “¡¡A los pandilleros mareros hay que matarlos!!”
Y me pasó lo mismo con las asociaciones de animales; “¡A los maltratadores de perros hay que hacerles lo mismo que hicieron al animal!”
Y me pasó lo mismo con las asociaciones contra el Bullying en las aulas; “¡¡Al niño abusador hay que expulsarle y aislarle y multarle!!”
Al oír los disparos de los fusilamientos, Platero (el burro) se asusta. Juan Ramón (el poeta) le acaricia; – vamos tonto, no tengas miedo, solo están matando a Judas –
La Humanidad siempre matando a Judas, buscándole para condenarle, juzgarle, encerrarle…
¿Qué mundo nuevo es ese que viene tan revolucionario? Si en el fondo nunca hemos dejado de buscar a Judas.