La carrera

la carrera

– ¿Dónde vas?

– He quedado mama, me voy

– ¡De eso nada! estás castigada, te lo dije

– ¡Pero mama que he quedado! es importante

– No no no, estás castigada

– ¡¡Mama no me jodas no me puedes hacer esto!!

La Jenny se desespera. Pero no hay manera, tiene que esperar a que su madre se marche. Pasa el tiempo, pero no se va. Mira el reloj; «Dios voy a llegar tarde, y no le puedo decir a mi madre donde voy, no lo va a entender, me va a regañar»

Después de un rato la madre al fin se va, pero cierra la puerta de casa con llave. La Jenny se queda atrapada y sola en casa, tiene que buscar alguna forma de escaparse, ¡si no lo hace llegará tarde!

Comienza a buscar unas llaves por toda la casa, en el cuarto de su madre, en la cocina, en la entrada… nada, no hay llaves. Mira el reloj; «mierda llego tarde». Se asoma a la ventana, es un tercero, «demasiado alto», mira el reloj; «voy a llegar tarde, ¿Qué hago? ¿Que hago?», «tengo que llamar a Julio para que me espere, pero no tengo teléfono». Mira por la ventana hacia abajo «Dios es un tercero, si me caigo me mato» respira hondo… «Vamos»

Se encarama en la cornisa, se acaricia la tripita, «perdóname hijo», agarra las tuberías y comienza a deslizarse hacia abajo.

– ¡¡Que haces niña!! ¡¡Te vas a matar!! – grita una vecina

Pero la Jenny lo consigue, llega abajo y sale corriendo, esquiva a la gente, corre y corre, baja las escaleras del metro a toda prisa, no tiene bonometro, no tiene dinero… ¡¡salta los tornos!! Corre y corre, agarra el tren…

Al salir del metro la jenny llega fatigada.

– ¿¿Pero donde estabas?? – La digo

– Jo Julio me ha encerrado mi madre en casa, estaba castigada, he salido por la ventana

– Jooooe ahora me cuentas, vamos

Corremos, corremos, llegamos a «planificación familiar», nos sentamos en la sala de espera del ginecólogo. Me cuenta su odisea para haber podido venir. La verdad es que le ha costado mucho esfuerzo llegar, se la ha jugado, la madre no sabe nada de su posible embarazo, y la Jenny a sus 15 años ha decidido cuidarse, ir al médico, hacerse pruebas… yo la felicito por ello, es un gran avance.

Sale el doctor, la Jenny y yo orgullosos de haber conseguido llegar nos levantamos para saludarle.

– ¡¡¿Pero que horas son estas de venir??!! ¡¡Creéis que tengo todo el día para esperaros!! Es que no sois serios, así no se hacen las cosas señorita, si no es responsable de algo tan sencillo como llegar puntual ya me contará. Siempre lo mismo ¡ya está bien! ¡¡Si tuvieseis que pagar ya verías como llegabais a vuestra hora!!

Cierra la puerta de un portazo. La Jenny se queda bloqueada con lágrimas en los ojos.

El Viernes

el viernes

Me siento en la puerta de la cárcel el viernes (día de permisos) y veo salir a l@s pres@s, ¡cómo se abrazan con sus familias! ¡Cómo lloran! ¡Cómo ríen! Aquel agarra a su hija y la levanta, el otro abraza a sus hermanos y dan saltos de alegría a la vez. El niño mira a su padre y no le reconoce, el otro se queda atónito mirando el horizonte ¡¡años y años sin ver más allá de quinientos metros!!… aquella se queda abrazada a su hermano durante minutos ¡Y los novios! ¡Y las novias! ¡Como se besan! ¡Cómo se acarician! ¡Como juntan sus frentes mientras lloran!… Y las madres… Siempre las madres… como se abrazan sin querer soltar a sus hij@s mientras lloran y lloran de alegría, de emoción…

¡¡Ay si tuviese un educador, educadora en prácticas a mi cargo!! Lo primero que haría, la primera lección, antes que nada, sería hacerle ver un viernes a las puertas de la cárcel. Para poder decirle;

Lo primero es esto; lo Humano, luego ya… al servicio de aquello; la pedagogía, la psicología.

La Casta Profesional

la casta profesional

  • Es increíble que la gente no se colegie, porque nosotros les defendemos y luchamos porque esos puestos de trabajo sean para educadores sociales, y no para trabajadores sociales. Tenemos que defender nuestra profesión.

A lo que yo la dije;

  • No entiendo muy bien cual es nuestra profesión, no entiendo que por hacer la carrera de “Educación Social” tengamos una profesión ¡si te enseñan lo contrario de lo que debes hacer! Burocratizan y judicializan la pedagogía. ¿Dónde estaba el Colegio de educadores sociales cuando mataron a Ramón Barrios en el centro de menores Teresa de Calcuta? ¿Dónde estaban cuando se ahorcó Hamid en el centro de Picón de Jarama? Guardaron silencio, hubo manifestaciones, comunicados, denuncias… y ellos guardaron silencio ¿Por qué no se pronuncian ante la continua retirada de tutelas a madres por su condición de pobres? Si ante esto ya se ha pronunciado el tribunal de Estrasburgo condenando a España ¿Por qué guardan silencio ante la violación de los derechos humanos en los centros de menores? Llevamos 44 muertos (que sepamos), todos alzan sus voces; Amnistía Internacional, el Defensor del Pueblo… y el colegio de educadores sociales calla. ¿Por qué no están apoyando a Alfonso Galiana que ha difundido un video donde aparecen menores atados a las camas pidiendo auxilio? Pues porque el colegio de educadores sociales no se ha creado para defender la educación social, sino a los “educadores sociales”, se ha creado solo para defender a una casta profesional. ¿Cómo van a denunciar a los centros de menores? Si son los que más puestos de trabajo crean en esta profesión. La miseria y la pobreza crean muchos puestos de trabajo, y cuando el objetivo no es erradicarla sino perpetuarla para vivir de ella, es cuando el educador social se convierte en casta.

Con la nueva ley Lepina en El Salvador (una ley que participó en su elaboración la UE), un albergue de niñas de la calle tuvo que despedir a su “educadora” porque no tenía la carrera de trabajo social, llevaba toda la vida con las niñas, era del barrio, conocía perfectamente la problemática social de su zona, tenía años de experiencia, las niñas la querían, la adoraban… pero la nueva ley solo permite la intervención a profesionales licenciados. Y contrataron a una recién licenciada, perteneciente al barrio rico, que nunca había entrado en barrios conflictivos, que no sabía nada de ellos…

Y las niñas lloraron y lloraron cuando despidieron a la antigua educadora… La nueva ley había transformado a estas niñas de receptoras de cariño, amor, complicidad, comprensión… en productos de consumo para ONGs y castas profesionales.

El trastorno de Ahab

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Para mi, el mayor análisis del odio, la lectura más profunda de este sentimiento, lo hizo sin duda Herman Melville en su novela «Moby Dick». Esta novela «oceánica» bucea en lo más profundo del alma humana.

Melville murió sin fama ni gloria, y su obra, una de las mayores obras de la literatura universal, pasó desapercibida. Como si simplemente fuese una aventura de pescadores.

El tema central es el odio. Y llega a tres conclusiones claras:

– El odio se contagia (el capitán Ahab contagia su odio a la tripulación, metáfora ésta de la Humanidad)

– El odio nos transforma en lo odiado (cuanto más se odian el capitán y la ballena, más se parecen, su destino es el mismo, el capitán muere ATADO a la ballena, «atado» como metáfora de su dependencia y unión)

– El odio igual que un tumor; te mata, pero muere contigo (durante toda la novela el destino del barco siempre será el naufragio, ser tragado por las profundidades del océano como metáfora del destino de toda fuerza destructiva)

Una de los dilemas que trata la obra es;

¿Odiar es un acto de valentía o de cobardía?

Cuando el 2º oficial del barco; Starbuck, consciente de la locura de su capitán, del absurdo de odiar a un animal sin conciencia ni razocinio como una ballena, de perseguirla por todos los mares y sabiendo en todo momento que el naufragio es su único destino, intenta convencer al capitán Ahab diciéndole;

– Volvamos a casa capitán, con nuestras familias, volvamos al hogar ¿es que ya no se acuerda de su familia?

El capitán por un momento duda ¿El odio de Moby Dick, o el amor de su familia? ¿La gloria de matar al monstruo o la sencillez del hogar? ¿La fama o el anonimato?

Y decide seguir tras la ballena ¿Está siendo valiente? o ¿Está siendo cobarde?

Igual que Hamlet mira una calavera y se pregunta aquello de «¿ser o no ser?»

Ahab mira su arpón afilado y se pregunta «¿Odiar o no odiar? ¿Amar o temer? he aquí la cuestión».