«Estos chicos antes de ser violentos han sido violentados» Así decía el Padre Toño de los muchachos pandilleros de El Salvador.
La violencia no es el problema, es el síntoma del problema.
Desde los 8 años la Jenny llegaba muy agresiva al cole. No paraba de pelearse con todo el mundo, de contestar, de pegar, de romper… Los profes desesperados la castigaban, y la decían lo mala y peligrosa que era. Los psicólogos dieron sus diagnósticos; «hiperactividad», «baja tolerancia a la frustración», «trastorno negativista desafiante», «trastorno antisocial de la personalidad», «falta de límites»… A los 12 la expulsaron del instituto, nadie la quería en sus aulas. Ningún profesor quiere un «problema» en sus clases, y eso era ella; «un problema». A los 13 la denunciaron a la policía (los propios profesores), y se la llevaban detenida de su centro «educativo» como a una delincuente. Y su violencia, su rabia y su odio se alimentaban y nutrían de la violencia, rabia y odio de ellos. En una espiral de castigo por violencia y violencia por castigo.
Profesorado y alumna en una autentica guerra. Mientras, en las pizarras les hablan de «educación para la paz» ¡¡que macabra y retorcida es la ironía de la escuela!!
Todos la denominaban «antisocial»; psicólogos, profes, trabajadores sociales… porque se estaban centrando en su violencia, y no en el problema que la hacía ser violenta (he aquí EL matiz). Por ello, nadie se dio cuenta que la Jenny estaba siendo violada desde los 8 añitos por un familiar.
Su violencia no era traducida como; «por favor que alguien me ayude, estoy desesperada, esta situación me desborda», sino como; «soy mala, perversa, abusona, acosadora…»
Debemos ver la violencia no como el problema en sí, sino como el indicador de un problema más profundo. La violencia es una forma de comunicación (sobretodo en los niños), nos manda señales, pistas… de que algo va mal.
Al problema de los abusos sexuales de la Jenny, se le sumó el problema de la escuela, del psicólogo, de la policía, de las expulsiones, de las denuncias… todos querían ser parte de la solución, sin darse cuenta que eran ya parte del problema.
Pues como dice Enrique Martínez Reguera; «en una relación problemática de dos, tú eres la mitad del problema».