El filtro

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Me llama un periodista de “El Mundo”, quiere escribir un artículo sobre nosotros; el proyecto de boxeo y el derribo del local donde hacemos las actividades.

Todo es cordial, hasta que yo le explico que a veces nos sentimos ofendidos y nos duele mucho como hablan de nosotros en la prensa, en esos términos de “marginación”, ”reinserción”, “barrio deprimido” (que un día una de mis niñas dijo; “pero si nuestro barrio es muy alegre”), que si “menores conflictivos”, “familias desestructuradas”… y le explico que no nos da confianza cómo tratan los temas los periodistas. Y le pongo un ejemplo;

  • Un día en una entrevista dije yo; “a este proyecto vienen muchos chavales, unos tienen problemas y otros no” y al día siguiente los titulares eran; “menores problemáticos acuden a la actividad…”. De “algunos chicos tienen problemas” a “menores problemáticos” hay un matiz muy importante. Siento que los periodistas buscan la exageración, el dramatismo… Y a esto se suma que usted quiere hacer fotos a los menores y publicarlas ¿Ha pensado lo que sentirá una madre cuando vea la foto de su hijo con un artículo que diga “menores marginales”? ¿O cuando los niños, las niñas se vean en el periódico como seres a los que hay que reinsertar en no sé qué cultura, en no sé qué sociedad?

Así que le propongo que se cambie el formato de “artículo” del periodista xxxx por el de una “entrevista” a las chavalas, los chavales y los monitores, para que hablen en primera persona. Y le explico;

  • Siempre viene un periodista, habla con nosotros y luego él escribe un artículo dando su opinión de lo que ha visto y ha escuchado, y hablando en nombre de…, como si se erigiese en “la voz de los sin voz”, lo que pasa es que aquí nadie está “sin voz”, los niños tienen voz, las niñas tienen voz, las madres tienen voz, los monitores tienen voz, solo hay que escucharles. Así que lo más lógico es que se deje hablar a toda la gente que está relacionada con el proyecto… y que sus expresiones y sus respuestas salgan integras en el periódico.

La respuesta (lógicamente) fue un NO rotundo. El periodista debe filtrar la realidad, debe interpretarla, debe ser “la voz de los sin voz” aunque aquí nadie esté sin voz.

La herramienta

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La herramienta

Recibo la llamada del coordinador de un proyecto europeo de la “Universidad de Castilla la Mancha” interesado en el programa de radio “Los Sonidos de mi Barrio”.

Me propone participar en un proceso… buff… ¿Cómo explicarlo? ¿Académico de investigación programática pedagógico interdisciplinar… de la UE? en realidad no me he enterado de nada (o no me he querido enterar).

Pero este profesor está muy sorprendido por el programa porque dice es una HERRAMIENTA para trabajar con los adolescentes y jóvenes y “reinsertarlos” en la sociedad, mejorar su empleabilidad en el mundo laboral, que desarrollen habilidades psicosociales…

Y siendo un tanto brusco le corto;

  • No, mire… yo creo que en el fondo la herramienta no es tanto para los chicos como para los adultos. La universidad está en un mundo académico-técnico que ya nada tiene que ver con el mundo real, la Universidad está muy perdida, y que estudiantes de educación social puedan escuchar a estos chavales es una herramienta para los estudiantes, no para los chavales

Se queda en silencio. Porque en el fondo le he dicho; <el objetivo de esta herramienta sois vosotros, no ellos. Vosotros sois los que tenéis que desarrollar “habilidades psicosociales”>.

Me vuelve a hablar otra vez en el lenguaje académico; que si un proyecto, que un programa, que una visión integral pedagógico-social de la intervención psicoterapéutica con emisor-receptor… y yo me agobio porque no me entero de nada (o no me quiero enterar) y vuelvo a cortarle;

  • Mire… yo solo pongo un micrófono delante a las niñas, a los niños… ellos hablan, y nosotros escuchamos. No hay más. Escuchar a un niño no puede ser algo tan complicado.

Lo que hacemos

lo que hacemos

Hace mucho tiempo fui muy contundente;

  • Si la policía sigue acosando a los chavales, si les seguimos expulsando de los institutos, del sistema educativo, de las asociaciones, si les seguimos quitando sus espacios… van a irse a las vías del tren, que es el único sitio del barrio donde se les deja en paz.

A los meses de yo decir eso, Marina murió atropellada por el tren, mientras hacía botellón allí con sus amigas, celebrando su decimoquinto cumpleaños.

¿Os imagináis? ¿Los chavales, las chavalas, bebiendo, fumando, de noche, de juerga… en las vías del tren?

La respuesta institucional fue contundente;

  • ¡Vallas más altas! ¡más control! ¡más límites!

En esta sociedad todo lo resolvemos con vallas más altas, como queriendo ocultar el problema. Pero yo seguía cabezón;

  • La chavalada del barrio no tiene espacios.

Crear espacios se convirtió en mi obsesión; ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Qué excusa utilizar? Y poco a poco entendimos que la excusa podía ser cualquiera, nosotras usamos el boxeo, pero también podría haber sido “la bachata”, los grafittis, el breakdance…

La “Asociación vecinal la Unión de Hortaleza” nos dejó un local genial, pero yo seguía obsesionado en no convertirlo en una actividad más de tantas otras asociaciones más:

  • “Debemos aceptar a los chavales y chavalas que son expulsadas de todas partes, incluso expulsadas de otras asociaciones y ONGs. No podemos hacer que la muchachada del barrio se adapte a nuestras necesidades como asociación, fundación, ONG, coordinadora, ateneo… ¡¡Somos nosotras las que tenemos que adaptarnos a sus necesidades!! (Y no al revés) El boxeo solo puede ser la excusa para encontrarnos, porque no se trata de reinsertar al otro, sino de encontrarse con el otro, con la otra”

Así que el boxeo fue la excusa. La excusa que nos llevó a acercarnos a la muchachada de nuestro barrio y a sus necesidades reales. Y dejando la actividad gancho (el boxeo):

Acabamos tratando temas de drogas, mediando en conflictos, conflictos en la calle, en las familias, en los institutos… acompañando a las madres a las prisiones (de adultos y de niños), a las comisarias…, tratando la violencia, el machismo…, ante nuestra sorpresa nos dimos cuenta que en nuestro barrio había niños viviendo en la calle inhalando pegamento ¡¡niños de la calle en Madrid!! ¡¡Invisibles a todos, a todas!! Comenzamos a tratar con ellos. Debido a los problemas de nuestros chavales con la ley comenzamos a coordinamos con abogados, penales, laboralistas, de civil, de extranjería… acompañándoles a juicios, apoyando psicológicamente a las familias (desbordadas por las situaciones), mediando con los servicios sociales, haciendo informes para que a una madre sin recursos no le quiten a sus hijos, acogiéndoles en casa, sacándoles del barrio, del ghetto, a la montaña, al rio, a jornadas con otras asociaciones fuera de Madrid…

Así que cuando me enteré que el IVIMA (Instituto de la vivienda de Madrid) quería y quiere derribar nuestro local donde nos encontramos con la chavalada, pensé;

“Qué maravilla hubiese sido que antes de pensar en el derribo (sin darnos una alternativa real) se hubiesen pasado a visitarnos, a ver lo que hacemos, a conocer a las chicas, a los chicos, a los monitores, el barrio… porque seguro que piensan que les cobramos, que los monitores tenemos un sueldo, que solo hacemos lo mismo que cualquier academia o gimnasio; actividades de ocio y tiempo libre”

Y así lo dijo uno de mis chavales hace poco;

  • Si los hijos de los funcionarios del IVIMA viniesen al proyecto seguro que ni se les pasaría por la cabeza tirarlo.

Si nos hubiesen visitado se habrían dado cuenta que no van a derribar el local de una asociación (o de varias) para uso de actividades sin más, sino que van a tirar el poco espacio que se ha creado para estos chicos, estas chicas… y con ello (nosotros los adultos) les estamos volviendo a enviar a las vías del tren. Como a Marina.