Cuando se escribe sobre la pobreza, sobre la miseria, sobre la exclusión, suele ser desde fuera, con la mirada del “turista”. Y es que todos, en realidad, desde Charles Dickens hasta los académicos de la educación social, son turistas. Es muy difícil encontrar un libro que hable desde dentro de la miseria, de la pobreza, de la exclusión, desde sus entrañas. Algunos de esos libros son “El Pan a Secas” de Mohamed Chukri, quien fue niño de la calle, “Las cenizas de Ángela” de Frank McCourt, «De la Ilusión a la decadencia» de Esperanza Monjas Sierra (Anchy), o «Un Resquicio para levantarse» de Javi Ávila Navas.
Pero hace unos días he descubierto otro tesoro; “Una vida de aprendizaje” de María del Rocío Roldan de Miguel.
Una chica que pasó toda su infancia y adolescencia en centros de menores, de un albergue a otro, de una familia a otra, de las monjas a los educadores, de las educadoras a los curas, de la familia de acogida a la familia biológica, del centro de aquí al centro de allá… como una maleta que pasa de mano en mano.
Es lo que Enrique Martínez Reguera llamaba la “sobreadaptación”; una adaptación continua a entornos distintos que cambian continuamente en el tiempo, donde la niña no encuentra lugar fijo, de un sitio a otro, donde las normas cambian, las caras cambian, las casas cambian, los métodos cambian… una locura para cualquier persona adulta, imaginaros para una niña. Y después de esto, a estas niñas, a estos adolescentes, se les llama “inadaptados”, cuando en realidad se están adaptando continuamente a un micro mundo que cambia sin cesar.
Es decir, adquieren una capacidad de adaptación mucho mayor que cualquier persona que crece en una infancia estable.
Una reflexión importante del libro es que la miseria, la pobreza, se hace crónica. Como en la novela de Isabel Allende “La Casa de los Espíritus” donde la campesina es violada por el patrón, y al penetrarla la chica cierra los ojos y piensa en su madre, y en la madre de su madre, y en la madre de la madre… todas habían tenido la misma “suerte”, una historia crónica y repetitiva.
Los hijos de muchos chavales y chavalas que pasan por centros de menores acaban en esos mismos centros. La tutela que quitaron a sus padres se la quitarán también a ellos. Y como en el libro de Isabel Allende, cuando la policía y los Servicios Sociales tiren la puerta abajo para llevarse a sus hijos, la madre cerrará los ojos, y pensará en su madre, y en la madre de su madre, y en la madre de la madre… como una violación, que se repite una y otra vez, de generación en generación, crónica, repetitiva.