El TDAH y el pensamiento mágico

el pastor psiquiatra

Si a un niño le das una coca-cola, un red-bull o un café y en vez de ponerse nervioso se tranquiliza, algo físico en el cerebro que funciona diferente hay, es cierto.

Es un hecho objetivo, depende del objeto (la coca-cola), no de un sujeto (el niño o el profesor) o de la suma de varios sujetos (la sociedad).

El médico-psiquiatra con el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) tiene que demostrar una reacción química al margen de la situación contextual-social.

Porque sino… ¿Cómo diferenciamos que un determinado comportamiento de una niña se debe a algo físico-interno (neurotransmisores) o a algo contextual-externo (situación social)?

Y aquí tenemos que usar el sentido común;

Igual que diferenciamos la ciencia del tarot, o a un médico de un pastor evangélico, debemos saber diferenciar a un psiquiatra de un “camello” (quien te pasa pastillas).

Imagínate que llegas a la consulta de un médico y un pastor evangélico vestido con bata blanca te dice que te va a curar haciéndote un exorcismo ¿Le creeríamos? ¿Nos prestaríamos a esto?

O que una pitonisa vestida con bata blanca en vez de hacerte una analítica te va a “leer” las cartas ¿La creeríamos?

¿Entonces por qué creemos a alguien que basándose en tests rellenados por los profesores, o los padres, a veces incluso sin ver al niño, diagnostica TDAH y receta pastillas (fuertes; con derivados de anfetamina) a niños de hasta 7 años?

Demostrar un mal funcionamiento de unos neurotransmisores y de unas conexiones neuronales con test y entrevistas es tan ridículo como un exorcismo, una bola de cristal o unas cartas de tarot.

Pero desde Occidente y nuestra “superior cultura” nos reímos de estos últimos y vanagloriamos al primero, sin darnos cuenta que pertenecen al mismo campo; al de las supersticiones, el pensamiento mágico y la estafa económica.