Al llegar al entrenamiento nos encontramos el local (donde entrenamos boxeo) lleno de gente; cámaras, vestuario, focos, gente entrando, saliendo, con walkis… Pregunté qué estaba pasando y me dijeron que estaban grabando una película.
Llamé a la asociación y me dijeron que habían alquilado el local a una productora o algo así. Yo me cabree, porque me vi en la calle con los chavalillos y porque nadie me había avisado y porque supuse que sería otra película de delincuencia donde la marginación como siempre es vendida como un producto televisivo de consumo y entretenimiento.
Así que con mala cara entramos en el local, cogimos guantes, manoplas y más material y nos fuimos a entrenar a la plaza de la UVA.
Los chavales, alucinados con todo el despliegue de cámaras venían corriendo y me decían;
– ¡¡Dicen que están grabando una peli de gitanos!!
Y así quedó la cosa, entrenamos en aquel día de junio en la plaza y ahí acabó todo.
Cuando ayer fui a ver la peli de «Carmen y Lola» me quedé en shock, primero porque empiezo a ver nuestro barrio, a vecinos, y después porque en una toma de el poblado aparecemos a lo lejos entrenando boxeo en la plaza ¡¡aquel día que nos echaron del local!!
Si aquel día me cabree hoy tengo que decir que estoy súper contento y emocionado de haber salido en esta película. Me ha parecido una maravilla; emotiva, sensible, y que en muchos aspectos hemos vivido en la realidad; los evangélicos, el conflicto en las familias, la educadora que se lleva a dos menores a su casa, el apoyo escolar, la asociación mediando entre familias, el machismo, la homofobia, los procesos de las chavalas… Me ha encantado.